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La derecha colombiana toma con pinzas las políticas aduaneras de Trump

La oposición, que busca recuperar el poder en 2026, guarda cautela frente a los efectos del nuevo arancel del 10% impuesto a Colombia

Una trabajadora empaca rosas recién cortadas para exportar a Estados Unidos en una granja de flores en Chía, departamento de Cundinamarca (Colombia), en enero de 2025.
Camilo Sánchez

Aunque la carrera presidencial colombiana ya calienta motores rumbo a 2026, la imprevisible política aduanera del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, apenas hace ruido en el debate. Mientras el oficialismo guarda cautela y abre los canales diplomáticos para renegociar el tributo aduanero del 10% implantado por Washington, en la derecha tampoco proliferan las declaraciones altisonantes en torno a un tema con evidentes consecuencias económicas. Parece que cualquier postura fuera de tono podría echar al traste las aspiraciones. Algunos sectores de la oposición secundan con discreción la idea de que su teórica afinidad política con la Casa Blanca podría ayudar a cicatrizar las relaciones bilaterales entre dos países que hoy tienen Gobiernos antagónicos.

Es el caso de María Fernanda Cabal, senadora y aspirante presidencial de derecha: “Si yo fuera Gobierno, aprovecharía para pedirle a Trump que considere eliminar las barreras sanitarias que nos impone”. Cabal, una de las voces más radicales del uribista Centro Democrático, se refiere a los controles de inspección fitosanitarios de Washington para la carne bovina. Colombia lleva más de una década en el proceso de acreditar los requisitos para entrar al mercado estadounidense y ahora, justo cuando parecía cerca de lograrlo, la guerra arancelaria amenaza con dejar la última fase de aprobación en suspenso.

“Sin esa barrera”, prosigue la senadora, “tendríamos unos ingresos extraordinarios para el campo. Solo con que ellos [Estados Unidos] liberen ese obstáculo, nos daría la posibilidad de acceder a otros mercados sobre los que tienen control, en especial por el tema de la fiebre aftosa [que afecta a los bovinos]”, reconoce la política y esposa de José Félix Lafaurie, líder del mayor gremio ganadero del país. Paloma Valencia, copartidaria y candidata, pasa al ataque: “El Gobierno [de Petro] se está demorando en renegociar. Como la izquierda latinoamericana se ha convencido de que el libre comercio solo ha perjudicado al mundo, en el fondo les gusta la idea de cerrar los países”.

La declaración de la senadora contiene características de una coyuntura llena de paradojas. Lo explica el experto en mercadeo político Carlos Suárez: “El tema es tan complejo que estamos debatiendo sobre una medida proteccionista ideada por un sector de la derecha estadounidense, grupos conservadores que siempre apoyaron el libre comercio. Entonces, hilar un argumento desde la línea dura del liberalismo, crítico de la intervención del Estado, va a ser muy complicado”.

María Fernanda Cabal da un discurso como líder de la oposición en el Congreso, en julio de 2023, en Bogotá.

Es un asunto que le podría generar algún inconveniente a Vicky Dávila, la exdirectora de la revista Semana y hoy una de las punteras en los primeros sondeos de precampaña. Quien lanzó, además, un equipo económico con la más pura impronta libertaria, haciendo eco del argentino Javier Milei. Por eso, quizás, ha guardado silencio y declinó la invitación de este diario para hablar sobre el tema. En enero, durante el primer choque entre Trump y Petro tras el rechazo de dos vuelos militares con migrantes deportados hacia Bogotá, la candidata reaccionó en X con un pronóstico apocalíptico: “Lo que viene para la economía es devastador”.

En ese entonces, la Casa Blanca amenazó con implantar aranceles del 25% a todos los bienes colombianos si Petro no daba el brazo a torcer. El mandatario de izquierdas alzó fugazmente el tono. Se quejó del maltrato a sus connacionales esposados. Acto seguido, Washington advirtió de que la sanción podía subir hasta un 50%. Razón suficiente para que Bogotá reculara. El atolladero quedó ahí. Con esta nueva ronda de barreras globales la preocupación ha reflotado. En particular porque afecta a otros renglones de la economía que se beneficiaban del régimen especial consignado en el tratado de libre comercio entre los dos países.

Es el punto que más le inquieta a la senadora Valencia. “Depende de cómo queden las tarifas para otros países competidores. Pero tal vez es ese 3% del total que exportamos a Estados Unidos en frutas lo que más me preocupa. Y en especial el hecho de que el aguacate mexicano queda exento de arancel. Si bien ese país era el dominador del mercado, Colombia tenía potencialidad de crecimiento y con el 10% le hace daño”. Como solución, la senadora del Centro Democrático habla de proteger a ultranza el libre comercio. También menciona la necesidad de “restablecer las relaciones con Estados Unidos en el 26″. Un tema, añade, fundamental para la lucha contra las drogas.

No es difícil percibir en las declaraciones de la oposición una postura vigilante. Muy poco ha dicho, por ejemplo, el también aspirante Miguel Uribe Turbay, senador del Centro Democrático. El pasado enero calificó las primeras amenazas de Trump como una “bomba de neutrones a la economía colombiana”. Y ahora ha brillado por su prudencia. “Nadie quiere, en realidad, torear de frente esto. Incluso [el abogado] Abelardo de la Espriella, invitado por el secretario de Estado, Marco Rubio, a la posesión de Trump, ha guardado silencio. Parece mejor mantenerse a la expectativa. Porque si la política del presidente norteamericano sale bien, los candidatos afines dirán que es un genio y que Colombia tiene oportunidades. Y si, por el contrario, se desploma la economía, se querrán alejar de esa tendencia y nadie va a visibilizar mucho su relación con él”, explica Carlos Suárez.

Para el experto, al silencio generalizado se suma cierta “ignorancia en temas de economía, y en concreto sobre comercio exterior”. Concluye que la política es un “show business” y que un asunto tan técnico y alejado del grueso de la ciudadanía no es taquillero. Por eso, de momento, no aparece en la agenda preelectoral. “Incluso el presidente se ha ahorrado sus trinos de madrugada y ha optado por un tono más neutro. Todos lo dejan para no meterse en camisa de once varas y no molestar con cualquier pronunciamiento al Gobierno de Estados Unidos”.

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Sobre la firma

Camilo Sánchez
Es periodista especializado en economía en la oficina de EL PAÍS en Bogotá.
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