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Economía argentina
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Argentina, una semana bajo el paraguas del FMI

Los próximos meses determinarán si la nueva fase económica argentina es un éxito o un nuevo capítulo de la larga saga de acuerdos fallidos con Fondo

Javier Milei junto al ministro de Economía, Luis Caputo, en Buenos Aires, en 2024.

Finalmente, la semana pasada se conoció la letra chica del nuevo acuerdo con el FMI, que llegó con cambios importantes en el esquema macroeconómico. Las negociaciones, que habían arrancado a mediados del año pasado, se precipitaron en los últimos meses cuando empezaron a aparecer señales de alarma en los mercados.

Primero fue la depreciación de la moneda de Brasil (el principal socio comercial de Argentina) a fines del año pasado, que hizo que el tipo de cambio —que ya se encontraba en un valor sumamente bajo— tocara mínimos históricos en 10 años. Su contrapartida, el abaratamiento del dólar, generó un incremento en su demanda, tanto por motivos turísticos (fue récord la cantidad de argentinos que viajaron al exterior), como por motivos financieros. Esto llevó a que el dólar financiero se disparara, aumentando 20% solo en enero.

La señal de alerta rápidamente llegó a los mercados, que empezaron a ajustar sus expectativas de devaluación, lo que frenó la venta de dólares y aceleró la demanda. Luego de siete meses consecutivos en donde sobraban dólares en el mercado cambiario oficial (que eran comprados por el Banco Central), la autoridad monetaria tuvo que salir a desprenderse de sus divisas para contener la presión cambiaria. Como si no alcanzara con la tensión doméstica, los anuncios de Trump en materia arancelaria generaron un shock de incertidumbre en los mercados financieros globales, que presionaron todavía más al mercado cambiario local.

El gobierno argentino pisó el acelerador y en poco más de un mes acordó con el FMI (el primero de marzo, sin dar muchos detalles, Milei anunció que el acuerdo estaba prácticamente cerrado y que solo faltaban algunos detalles técnicos).

Así, el viernes de la semana pasada, el ministro de Economía, Luis Caputo, anunció la “fase 3″ del programa económico y, prácticamente en simultáneo, el directorio del FMI confirmó el acuerdo y se difundió el memorándum técnico (el documento donde se detallan cuáles son los compromisos que el Gobierno deberá cumplir para recibir los desembolsos del préstamo). Allí se confirmó que Argentina recibirá 12.000 millones de dólares que irán directo a reforzar las magras reservas internacionales, otros 3.000 millones a lo largo del año y 5.000 millones en 2026, totalizando un préstamo por 20.000 millones.

Los cambios más importantes anunciados por el gobierno estuvieron en el frente cambiario. Se abandonó el crawling peg (la fijación del tipo de cambio al 1% mensual), para pasar a un esquema de tipo de cambio flexible entre bandas divergentes (donde la banda superior se incrementa 1% mensual y la inferior se reduce 1% mensual). O sea, a partir de ahora, si el tipo de cambio se mantiene entre las bandas el Banco Central no interviene, dejándolo fluctuar libremente. Si busca superar el techo, el Central lo frena vendiendo dólares; si, en cambio, busca perforar el piso, acumula reservas.

Fin del cepo

Además, el Gobierno eliminó la mayoría de las regulaciones cambiarias, siendo la más relevante la posibilidad de que las personas compren libremente cualquier cantidad de dólares en el mercado oficial (antes solo podían comprar 200 dólares por mes). Sumado a eso, se eliminó el dólar blend (la posibilidad de liquidar el 20% de las exportaciones al dólar financiero) y ahora las importaciones pueden ser pagadas al contado y no tras una espera de 30 días. Para las empresas se habilitó el giro de utilidades generadas a partir de este año, mientras que los dividendos acumulados hasta 2024 podrán ser cancelados por medio de la suscripción de un nuevo Bopreal (un título de deuda en moneda extranjera emitido por el BCRA), pero sigue prohibida la compra de dólares para otros motivos.

Casas de cambio en Buenos Aires.

En la mañana del lunes, todas las miradas estaban puestas en cuánto subiría la cotización del dólar oficial, Se ubicó exactamente en el medio de la banda, en 1.200 pesos (un aumento del 10%). Por otro lado, la eliminación de regulaciones cambiarias hizo que el dólar financiero se desplomara hasta prácticamente alinearse con el oficial, quedando una brecha mínima del 5%.

Los desafíos

¿Cómo sigue ahora? El Gobierno tiene dos desafíos principales. En primer lugar, tratar de minimizar el traslado a precios que implicó la depreciación del 10% del peso, lo que, a su vez, impactaría en la actividad y los ingresos. Recordemos que el viernes pasado se conoció el dato de la inflación de marzo, un 3,7% de subida que se ubicó por encima de todas las proyecciones del mercado. En función de lo sucedido en devaluaciones anteriores, el mercado espera que la inflación de los próximos meses supere el 5%, pero de manera transitoria, terminando el año en torno al 2%.

Para que esto suceda, el tipo de cambio debería mantenerse en estos niveles o, incluso, bajar. Esa es la expectativa de Milei, amparada fundamentalmente bajo la premisa monetarista de que, al tener congelada la cantidad de pesos en circulación, estará contenida la demanda. En la práctica, también sumaron en los últimos días otra medida que debería contribuir a su baja: permitieron el ingreso de capitales extranjeros para la compra de activos financieros (con un período mínimo de permanencia de seis meses), lo que generaría otra fuente adicional de ingresos de divisas.

El interés del Gobierno por llevar el tipo de cambio al piso de la banda también tiene otro motivo. Uno de los principales compromisos del acuerdo con el FMI es que tiene que acumular casi 5.000 millones de dólares en reservas de acá a fines de junio y otros 4.000 millones de ahí a fin de año. Y la única manera que tiene de hacerlo es comprando dólares cuando el tipo de cambio llegue a los 1.100 pesos, el piso de la banda. En rigor, nada impide al Gobierno hacerlo entre las bandas, pero Milei ya confirmó que no lo haría.

En suma, si bien el Gobierno logró superar la primera prueba con relativa calma cambiaria, todavía falta atravesar un terreno minado de desafíos. Los próximos meses serán determinantes para comprobar si la receta monetarista de Milei consigue estabilizar la inflación y recomponer reservas, o si esta “fase 3″ se convertirá rápidamente en otra etapa transitoria en la ya larga saga de acuerdos fallidos con el FMI.

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