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Gauff resiste entre el caos de Sabalenka y, esta vez sí, triunfa en Roland Garros

La estadounidense, derrotada hace tres años por Swiatek, remonta a la número uno, perdida entre sobreexcitación y errores, hasta 70: 6-7(5), 6-2 y 6-4, en 2h 38m

Gauff alza el trofeo de campeona, este sábado en la Philippe Chatrier.
Alejandro Ciriza

Rompe a llorar otra vez Coco Gauff, emocionada de nuevo. Pero nada tienen que ver este desenlace y estas lágrimas con las de hace tres años en París, cuando fue devorada por Iga Swiatek y por la presión de afrontar su primera gran final, y se marchaba entonces reprochándose que no había estado a la altura de las circunstancias ni del escenario, presa de la polaca y también del nerviosismo. 18 años, tenía. Así que muy distinto este epílogo. Aryna Sabalenka, corriente a favor al principio, es la que cae esta vez en la sobreexcitación y la que se pega un tiro en el pie. Son dos miradas radicalmente distintas: el hielo frente a la cólera. Al final, levanta otro grande la estadounidense, el segundo de su carrera; el primero en el Bois de Boulogne. Desquite confirmado: 6-7(5), 6-2 y 6-4, en 2h 38m.

La diferencia os obvia: una tenía un plan, la otra no. A todo o nada y le sale cruz. Pese a su progresión en la interpretación del juego, la número uno continúa fiándolo todo en exceso a su instinto salvaje, a esa pegada que unas veces se lo lleva todo por delante y otras, directamente la derruye. Devastador el registro. El contador refleja 70 errores no forzados. ¡70! Una bestialidad. Milagroso, de haberse llevado el premio. Paga cara la inmersión en el caos y termina inclinándose sin remedio. Otra vez. Así que la bielorrusa tuerce el gesto sin disimulos. Al final se derrumba. Tras la derrota de enero en Australia contra Madison Keys, se le escapa otro gran título y llora: “Después de dos semanas tan buenas, mostrar un nivel tan terrible duele mucho”.

Lo contempla con empatía Gauff, una competidora que va asentando al ritmo adecuado las bases de una carrera brillante. Se trata de su segundo major, después de que se estrenase hace dos años con el US Open de Nueva York, y alza ahora el trofeo en la Chatrier tras recibirlo de manos de la belga Justine Henin, que contabiliza cuatro. Pasos cortos pero firmes, seguros. Estabilidad. Una explosión controlada. Irrumpió con 15 años, siendo una niña en Wimbledon, y el trabajo y el tiempo siguen perfilando a una tenista cada vez más competitiva y más hecha, ya con méritos reseñables en el expediente. A sus 21 años, también es maestra. Con un tenis-diesel, no especialmente atractivo quizá pero cada vez más pujante, la norteamericana crece. Se afila.

Una década después, Gauff recoge el testigo de Serena Williams. Sin embargo, en términos tenísticos, poquito que ver entre una y otra. Una arrolladora y la otra pura resistencia. Así se hace con esta primera condecoración en París. Envuelta en una chaqueta de motera tras la ceremonia, emplea el móvil de espejo para asegurarse de que saldrá bien en la foto y lo festeja: ahora sí, campeona. Deuda saldada. Es la dos del mundo y con seis años menos, está a un solo major de Sabalenka, quien gobierna con puño de hierro pero a la que se le resisten los grandes escenarios esta temporada. Paradójico: nunca había liderato con tanta autoridad, pero a la hora de la verdad, dos borrones. Si quiere hacerse grande de verdad, no se lo debería permitir.

Sabalenka protesta durante la final.

Y eso que ha tardado muy poquito, apenas un suspiro en dar el primer arreón. En su línea, para qué esperar. Desde la primera bola, se tira a la yugular. Paciencias las justas, nada de especular. Enfrente hay una jugadora a la que le falta un punto mayor de osadía, porque Gauff vive atrincherada y la grandeza exige de abandonarla de vez en cuando para el ejercicio de la captura. Demasiado contemporizadora la estadounidense, intentando salir de la zona de confort pero todavía incomoda cuando deja la línea. Como viene sucediendo, la final está aparentemente en la raqueta de Sabalenka, impacto a impacto, asumiendo la número uno los beneficios y también las responsabilidades; esto es, los riesgos, la penalización, las facturas.

Afinada es imparable, pero si se encasquilla asoman las costuras. Así es, la reina está nerviosa, cada vez más inquieta. Interrumpe la maniobra del saque ante cualquier sonido, le mosquea el llanto de un bebé y lo mismo con las ruedas de los carritos que circulan en segundo plano. Llama al orden. Jura en alto. Pero aun así, salva el primer set. Deshace el nudo y resopla. Ha comenzado muy mal el desempate, torcida, demasiado tensa, situada la adversaria a solo dos puntos de llevárselo. Pero lo culmina extraordinariamente bien. Luego, sin embargo, prevalece el orden, la mesura, el resistir y, sobre todo, la concentración de Gauff. Frente a la fiebre de la otra, ella mantiene el tipo. Ni pestañea. Buen método para una final de este calibre, el que le guía hacia la gloria en París y a dar otro estirón hacia donde se presagiaba. La niña de entonces ya es toda una campeona.

“MYKONOS, AZÚCAR Y ALCOHOL”

A. C. | París

Gauff, exultante, se convirtió en la más joven (21) que conquista Roland Garros desde que lo hiciera Serena Williams con 20 años en 2002. “Hacía mucho viento, sabía que iba a ser difícil. Muy mental. No ha sido bonito, pero el trabajo está hecho”, indicó la vencedora.

A diferencia de 2022, cuando se quebró emocionalmente incluso antes de saltar a la pista, esta vez estaba “realmente preparada” para hacerse con el trofeo que de niña se imaginaba ganando. Sucumbió en su día ante Swiatek, que no frente a Sabalenka.

“Hoy no era día para jugar un gran tenis”, se refirió a la climatología, mientras Sabalenka se había expresado antes en tono autocrítico: “Hoy no era el día”. Y transmite a continuación que, de haber estado en su lugar Swiatek, a la que rindió en las semifinales, no hubiera perdonado”.

Le replicará luego la campeona: “No estoy de acuerdo, no creo que sea justo decir eso. ¡Aquí me tenéis! Sin querer desprestigiar a Iga, la última vez que jugué contra ella le gané. Por el nivel de las últimas semanas, Aryna era la favorita. Pero yo tenía la convicción”.

En el parlamento sobre la pista, la bielorrusa ha dejado claros sus planes: “Tengo un vuelo reservado para Mykonos. Eso y alcohol y azúcar… Necesito un par de días para olvidarme de todo esto; si pudiera, diría unas cuantas palabrotas”.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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