María San Gil desata el cataclismo
Referente contra ETA y cuestionada por algunos de los suyos, ahora es un quebradero de cabeza para Rajoy

Hubo muchos fines de semana así: María San Gil, con sus dos hijos, encerrada en casa, sin poder salir al parque de los columpios por un miedo cierto a que un pistolero de ETA la matara delante de los pequeños. Mientras la familia se consumía en casa un sábado por la tarde, abajo, en la calle, una turba de energúmenos abertzales gritaba lo suficientemente alto como para que dentro de casa el mensaje retumbara bien claro: "Asesina, asesina, asesina".
Debido a situaciones como ésta, María San Gil, la presidenta del PP en el País Vasco, no es un líder político común: es algo más, o menos, pero distinto. Una especie de símbolo, la encarnación de la lucha por la libertad de hacer cosas normales como llevar al niño al tobogán en una tierra en la que para algunos eso es imposible. Por eso, su negativa a participar en la presentación de la ponencia política del congreso de junio y la afirmación de que había perdido la confianza en Mariano Rajoy ha conmocionado las bases de un partido ya de por sí convulso. El nuevo PP de Rajoy, al mover en bloque su perfil para moderarlo, ha tocado un punto sensible: como el dentista que pinza el nervio vivo de la muela que manipula y que hace saltar de dolor al paciente.
La dirigente vasca ha conmocionado a un ya de por sí convulso PP
Los últimos resultados electorales no le han acompañado
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