Basura solidaria

Si hay un subgénero cinematográfico de reciente tipificación que, en estos últimos años, esté imponiendo sus particularidades por donde quiera que se proyecte, ése es el llamado cine solidario. La transmisión de valores, la denuncia social, la necesidad de su existencia y la bondad de sus intenciones se colocan por encima de cualquier pormenor adyacente que pueda perturbar su discurso moral. Incluso el nimio detalle de que la película en sí sea una basura técnica y narrativa. Es solidaria y punto. Que nadie la toque, porque suele ganar premios del público en los festivales.
Bella, filme de corte independiente dirigido por el mexicano afincado en Estados Unidos Alejandro Gómez Monteverde, es el último ejemplo. Proclama la unidad de la familia, la grandeza de la amistad y "la capacidad humana para amar en las circunstancias más inesperadas" (esta última frase tan cursi es del dossier de prensa), además de denunciar la intolerancia racial y las malas condiciones laborales de los inmigrantes. Suficientes razones como para no despreciarla, dirán algunos. Otros nos quedaremos con el hecho de que es una porquería de película, que pretende tocar la sensibilidad del espectador a través de los métodos más rastreros, además de ser reiterativa, melindrosa y profundamente embustera. Trata un día en la vida de un ex futbolista que, el día que va a firmar un gran contrato profesional, atropella a una niña que cruza la calle sin mirar. Al tipo le caen ¡cuatro años de cárcel por homicidio involuntario! y pretenden que nos lo traguemos. Quizá porque es solidaria.
BELLA
Dirección: Alejandro Gómez Monteverde.
Intérpretes: Eduardo Berástegui, Tammy Blanchard, Manny Pérez.
Género: drama. EE UU, 2006.
Duración: 91 minutos.
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