window.arcIdentityApiOrigin = "https://publicapi.elpais.rsinforma.com";window.arcSalesApiOrigin = "https://publicapi.elpais.rsinforma.com";window.arcUrl = "/subscriptions";if (false || window.location.pathname.indexOf('/pf/') === 0) { window.arcUrl = "/pf" + window.arcUrl + "?_website=el-pais"; }Jerónimo López: “La Tierra se adapta a todo. Los humanos, no” | EL PAÍS Semanal | EL PAÍS{"@context":"https://schema.org/","@type":["NewsArticle","Article"],"headline":"Jerónimo López: “La Tierra se adapta a todo. Los humanos, no”","datePublished":"2017-07-17T00:05:56+02:00","dateModified":"2017-07-17T00:05:56+02:00","copyrightYear":2025,"description":"","articleBody":"ES EL PROTOTIPO del investigador antártico, el hombre que en su doble condición de científico y deportista de élite se vuelca en la misión de indagar y probarse en el terreno de lo desconocido, más allá de los caminos trillados del conocimiento y de la vida convencional. Jerónimo López escaló el Everest y El Capitán, la mítica roca granítica vertical de 900 metros de altura del valle de Yosemite, en California, antes de ascender al monte Vinson, el techo de la Antártida, con 4.892 metros. Geólogo y profesor de geodinámica en la Universidad Autónoma de Madrid, lleva consigo un enorme caudal de vivencias acumuladas en sus andanzas por los ochomiles del Himalaya y en la decena de expediciones por la Antártida y el Ártico. Entre 2012 y 2016 presidió el Comité Científico para la Investigación en la Antártida (SCAR), integrado por miles de investigadores de 43 países. Natural del pueblo gallego de As Pontes, pero afincado en Madrid desde niño, López, de 65 años, padre de dos hijos, se expresa con el sosiego del hombre de acción en reposo y el aplomo del científico de largo recorrido. “La Tierra ha conocido de todo en su historia y podrá también adaptarse a lo que acarree el cambio climático; el problema lo tenemos sobre todo nosotros, la humanidad”, afirma. Siempre ha vivido entre la ciencia y el deporte. ¿Cuál de esas dos fuerzas magnéticas le resulta más poderosa? Las montañas y la naturaleza me atraen desde niño y eso me animó a estudiar geología. En el Everest ya hicimos nuestros estudios y publicamos un libro, pero en el ascenso al monte Vinson el objetivo principal era la investigación: estudiar las rocas y analizar los isótopos estables de oxígeno e hidrógeno de la nieve en un ambiente tan extremo de vientos y temperaturas. Mi compañero [el también alpinista y geólogo] Pedro Nicolás y yo tomamos mediciones y muestras de roca y de nieve a lo largo de una franja altitudinal de casi 3.000 metros. Mereció la pena. Nuestros datos se incorporaron a una publicación internacional. Por supuesto, hacer cumbre en el Vinson en 1990, cuando lo habían hecho muy pocas personas, ninguna española, era también una buena meta. ¿El Vinson fue más duro que el Everest? No tiene ni la dificultad técnica ni la altitud prohibitivas de los Himalayas, allí los factores clave son el frío, el viento y el aislamiento. No había nadie en cientos de kilómetros a la redonda y estuvimos siempre entre 18 y 40 grados bajo cero. Una pequeña avioneta nos dejó a 2.000 metros de altitud, así que tuvimos que ascender casi tres kilómetros en vertical, primero con esquís y luego con cuerdas. Usamos dos tiendas de campaña. Una la dejamos en el punto en el que nos depositó la avioneta, a modo de campamento base, y la otra la llevamos con nosotros. Cuando se desataban los vientos catabáticos [que descienden de grandes alturas, alcanzando a veces velocidades de huracán] y el polvo de nieve nos cegaba, nos encerrábamos en la tienda a esperar, a veces más de 24 horas, a que el temporal amainara. La protección de esa fina tela establecía la diferencia entre la vida y la muerte. ¿Qué está pasando en la Antártida para que el deshielo en este verano austral haya sido tan acusado? En marzo de 2017 se rompió la tendencia de aumento de la superficie de mar helado que venía incrementándose en aproximadamente un 1% por década desde 1979. Un buen número de glaciares de la península Antártica han acelerado su pérdida de hielo y, además, en los últimos años estamos asistiendo a las roturas y desprendimientos de plataformas de hielo de miles de kilómetros cuadrados. En algunos casos estas roturas responden a un fenómeno natural que se explica por el crecimiento mismo de las masas de hielo, pero su frecuencia hace sospechar que se deba al cambio climático. La entrada de corrientes marinas más cálidas por debajo de las plataformas de hielo parece ser un factor determinante. La pérdida de hielo marino se está produciendo de forma simultánea al enfriamiento y a la progresión del hielo en la parte continental. ¿Cómo se explica esta paradoja? En el centro de la Antártida existe un gran anticiclón con vientos catabáticos muy potentes que envían aire frío desde el centro hacia los bordes del continente, en forma radial. Esos vientos, que parecen haberse reforzado, expanden la superficie de mar helado e impiden que las borrascas, de aire cálido, penetren hacia el interior. Se piensa que la generación del agujero en la capa de ozono ha contribuido al enfriamiento en el centro del continente y, con ello, a reforzar esos vientos. ¿Y qué pasará ahora que el agujero de la capa de ozono ha empezado a cerrarse? Cabe esperar que la tendencia al calentamiento se acentúe a medida que se vaya recuperando la capa de ozono, pero eso no ocurrirá de la noche a la mañana, ni de forma lineal, porque la atmósfera es compleja. El restablecimiento de los valores de ozono previos a 1980 no se alcanzará, previsiblemente, hasta  pasado el año 2060. Lo ya emitido seguirá afectando un cierto tiempo, de la misma manera que eliminar de la atmósfera el exceso de CO2, metano y otros gases de efecto invernadero debidos a la acción humana llevará siglos. El gran reto es quebrar la tendencia al aumento y reducir las emisiones nocivas. ¿Estamos violentando el curso natural de la vida del planeta? Ninguna otra especie ha sido capaz de producir semejante impacto en tan breve periodo de tiempo y ya somos más de 7.000 millones de habitantes. Los ciclos cálidos y fríos se han ido alternando de forma natural cada 100.000 años aproximadamente. No somos la única causa del calentamiento global, pero sí la preferente. Sabemos que el planeta en su conjunto se ha calentado unos 0,8 grados desde finales de siglo XIX. Los modelos indican que de esos 0,8 grados, 0,6 corresponden estrictamente a la acción humana, y el 0,2 restante, a causas naturales. ¿Podemos destruir la Tierra? Nuestro planeta ha conocido de todo. La Antártida ha tenido clima subtropical y lo que hoy es la cumbre del Everest estuvo en el pasado geológico en el fondo del mar. La Tierra es un planeta dinámico que ha asistido a la extinción de unas especies y la aparición de otras. Ahora somos nosotros, la especie humana, los directamente amenazados por la perspectiva de rápidos cambios que traerán consigo el aumento del nivel del mar, la salinización de acuíferos, la reaparición de enfermedades que se suponían erradicadas… ¿Qué pasará si la temperatura aumenta dos o tres grados? Cambiará la distribución de fenómenos naturales, como ciclones y huracanes. Las corrientes marinas se alterarán y modificarán el clima. Ya estamos viendo fenómenos atmosféricos atípicos: olas de sequía, calor y frío, nevadas inusitadas, que se producen con cierta frecuencia en lugares insospechados. Las zonas que más se han calentado en la Tierra en las últimas décadas son precisamente zonas polares: el norte de Alaska y de Canadá, un sector de Siberia y otro de la Antártida Occidental. Nos preocupa el deshielo del mar y de los glaciares, pero también debe inquietarnos el peligro que supone el del permafrost, es decir, los suelos que permanecen congelados de forma continuada un mínimos de dos años consecutivos. La degradación del permafrost, sobre todo en el hemisferio norte, está contribuyendo a liberar a la atmósfera gas metano, mucho más activo que el CO2. ¿Ambos polos están afectados por procesos similares";display:block;height:1.0625rem;position:absolute;top:1.375rem;transform:rotate(128deg) skew(-15deg);width:.9375rem;box-shadow:-2px 2px 2px #00000017;border-radius:.125rem;z-index:10}} Ir al contenido
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Jerónimo López: “La Tierra se adapta a todo. Los humanos, no”

ES EL PROTOTIPO del investigador antártico, el hombre que en su doble condición de científico y deportista de élite se vuelca en la misión de indagar y probarse en el terreno de lo desconocido, más allá de los caminos trillados del conocimiento y de la vida convencional. Jerónimo López escaló el Everest y El Capitán, la mítica roca granítica vertical de 900 metros de altura del valle de Yosemite, en California, antes de ascender al monte Vinson, el techo de la Antártida, con 4.892 metros. Geólogo y profesor de geodinámica en la Universidad Autónoma de Madrid, lleva consigo un enorme caudal de vivencias acumuladas en sus andanzas por los ochomiles del Himalaya y en la decena de expediciones por la Antártida y el Ártico. Entre 2012 y 2016 presidió el Comité Científico para la Investigación en la Antártida (SCAR), integrado por miles de investigadores de 43 países. Natural del pueblo gallego de As Pontes, pero afincado en Madrid desde niño, López, de 65 años, padre de dos hijos, se expresa con el sosiego del hombre de acción en reposo y el aplomo del científico de largo recorrido. “La Tierra ha conocido de todo en su historia y podrá también adaptarse a lo que acarree el cambio climático; el problema lo tenemos sobre todo nosotros, la humanidad”, afirma.

Siempre ha vivido entre la ciencia y el deporte. ¿Cuál de esas dos fuerzas magnéticas le resulta más poderosa? Las montañas y la naturaleza me atraen desde niño y eso me animó a estudiar geología. En el Everest ya hicimos nuestros estudios y publicamos un libro, pero en el ascenso al monte Vinson el objetivo principal era la investigación: estudiar las rocas y analizar los isótopos estables de oxígeno e hidrógeno de la nieve en un ambiente tan extremo de vientos y temperaturas. Mi compañero [el también alpinista y geólogo] Pedro Nicolás y yo tomamos mediciones y muestras de roca y de nieve a lo largo de una franja altitudinal de casi 3.000 metros. Mereció la pena. Nuestros datos se incorporaron a una publicación internacional. Por supuesto, hacer cumbre en el Vinson en 1990, cuando lo habían hecho muy pocas personas, ninguna española, era también una buena meta.

“Los humanos no somos la única causa del calentamiento global, pero sí la preferente. Ninguna otra especie ha producido semejante impacto en tan poco tiempo”.

¿El Vinson fue más duro que el Everest? No tiene ni la dificultad técnica ni la altitud prohibitivas de los Himalayas, allí los factores clave son el frío, el viento y el aislamiento. No había nadie en cientos de kilómetros a la redonda y estuvimos siempre entre 18 y 40 grados bajo cero. Una pequeña avioneta nos dejó a 2.000 metros de altitud, así que tuvimos que ascender casi tres kilómetros en vertical, primero con esquís y luego con cuerdas. Usamos dos tiendas de campaña. Una la dejamos en el punto en el que nos depositó la avioneta, a modo de campamento base, y la otra la llevamos con nosotros. Cuando se desataban los vientos catabáticos [que descienden de grandes alturas, alcanzando a veces velocidades de huracán] y el polvo de nieve nos cegaba, nos encerrábamos en la tienda a esperar, a veces más de 24 horas, a que el temporal amainara. La protección de esa fina tela establecía la diferencia entre la vida y la muerte.

¿Qué está pasando en la Antártida para que el deshielo en este verano austral haya sido tan acusado? En marzo de 2017 se rompió la tendencia de aumento de la superficie de mar helado que venía incrementándose en aproximadamente un 1% por década desde 1979. Un buen número de glaciares de la península Antártica han acelerado su pérdida de hielo y, además, en los últimos años estamos asistiendo a las roturas y desprendimientos de plataformas de hielo de miles de kilómetros cuadrados. En algunos casos estas roturas responden a un fenómeno natural que se explica por el crecimiento mismo de las masas de hielo, pero su frecuencia hace sospechar que se deba al cambio climático. La entrada de corrientes marinas más cálidas por debajo de las plataformas de hielo parece ser un factor determinante.

La pérdida de hielo marino se está produciendo de forma simultánea al enfriamiento y a la progresión del hielo en la parte continental. ¿Cómo se explica esta paradoja? En el centro de la Antártida existe un gran anticiclón con vientos catabáticos muy potentes que envían aire frío desde el centro hacia los bordes del continente, en forma radial. Esos vientos, que parecen haberse reforzado, expanden la superficie de mar helado e impiden que las borrascas, de aire cálido, penetren hacia el interior. Se piensa que la generación del agujero en la capa de ozono ha contribuido al enfriamiento en el centro del continente y, con ello, a reforzar esos vientos.

¿Y qué pasará ahora que el agujero de la capa de ozono ha empezado a cerrarse? Cabe esperar que la tendencia al calentamiento se acentúe a medida que se vaya recuperando la capa de ozono, pero eso no ocurrirá de la noche a la mañana, ni de forma lineal, porque la atmósfera es compleja. El restablecimiento de los valores de ozono previos a 1980 no se alcanzará, previsiblemente, hasta  pasado el año 2060. Lo ya emitido seguirá afectando un cierto tiempo, de la misma manera que eliminar de la atmósfera el exceso de CO2, metano y otros gases de efecto invernadero debidos a la acción humana llevará siglos. El gran reto es quebrar la tendencia al aumento y reducir las emisiones nocivas.

¿Estamos violentando el curso natural de la vida del planeta? Ninguna otra especie ha sido capaz de producir semejante impacto en tan breve periodo de tiempo y ya somos más de 7.000 millones de habitantes. Los ciclos cálidos y fríos se han ido alternando de forma natural cada 100.000 años aproximadamente. No somos la única causa del calentamiento global, pero sí la preferente. Sabemos que el planeta en su conjunto se ha calentado unos 0,8 grados desde finales de siglo XIX. Los modelos indican que de esos 0,8 grados, 0,6 corresponden estrictamente a la acción humana, y el 0,2 restante, a causas naturales.

“Los polos son lugares de observación extraordinarios por su lejanía de las zonas habitadas y su especial sensibilidad al cambio climático”.

¿Podemos destruir la Tierra? Nuestro planeta ha conocido de todo. La Antártida ha tenido clima subtropical y lo que hoy es la cumbre del Everest estuvo en el pasado geológico en el fondo del mar. La Tierra es un planeta dinámico que ha asistido a la extinción de unas especies y la aparición de otras. Ahora somos nosotros, la especie humana, los directamente amenazados por la perspectiva de rápidos cambios que traerán consigo el aumento del nivel del mar, la salinización de acuíferos, la reaparición de enfermedades que se suponían erradicadas…

¿Qué pasará si la temperatura aumenta dos o tres grados? Cambiará la distribución de fenómenos naturales, como ciclones y huracanes. Las corrientes marinas se alterarán y modificarán el clima. Ya estamos viendo fenómenos atmosféricos atípicos: olas de sequía, calor y frío, nevadas inusitadas, que se producen con cierta frecuencia en lugares insospechados. Las zonas que más se han calentado en la Tierra en las últimas décadas son precisamente zonas polares: el norte de Alaska y de Canadá, un sector de Siberia y otro de la Antártida Occidental. Nos preocupa el deshielo del mar y de los glaciares, pero también debe inquietarnos el peligro que supone el del permafrost, es decir, los suelos que permanecen congelados de forma continuada un mínimos de dos años consecutivos. La degradación del permafrost, sobre todo en el hemisferio norte, está contribuyendo a liberar a la atmósfera gas metano, mucho más activo que el CO2.

¿Ambos polos están afectados por procesos similares"> window._taboola = window._taboola || []; _taboola.push({mode:'thumbs-feed-01',container:'taboola-below-article-thumbnails',placement:'Below Article Thumbnails',target_type:'mix'});

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