Habermas, el último intelectual vivo
Erigido en conciencia de Alemania, estima que el filósofo ha de dotar de sentido a la sociedad como un todo


El nonagésimo cumpleaños del gran filósofo alemán Jürgen Habermas dio lugar en su país a un sorprendente despliegue de homenajes mediáticos. Digo sorprendente no porque no fuera merecedor de ello, algo que nadie puede dudar, sino porque en cierto modo expresaba un estado de ánimo que muchos compartimos; a saber, la conciencia de que este personaje es el último representante de una especie en extinción. Es la estirpe de los grandes, la de los clásicos contemporáneos, de los grandes maestros en el campo de la filosofía y la sociología, las dos materias sobre las que concentró sus esfuerzos teóricos. Después del fallecimiento de los Rawls, Rorty, Foucault, Derrida, Bourdieu o Luhmann, ya solo queda él entre los que de verdad cuentan, los que acabarán entrando en los libros de texto del futuro. Y, a pesar de su provecta edad, sigue en la brecha. Al día siguiente de su cumpleaños dio una conferencia en su alma mater, la Universidad de Fráncfort, y este mismo mes publica un libro en dos volúmenes de 1.700 páginas (Auch eine Geschichte der Philosophie [otra posible historia de la filosofía], editorial Suhrkamp).