Alta tensión en Bizkaia por la nueva interconexión entre España y Francia
Una conexión de 400 kilómetros de cable submarino entre ambos países levanta protestas vecinales en varios municipios vizcaínos

En el pequeño pueblo de Gatika (Bizkaia, 1.600 habitantes), varios jubilados observan atentamente unas obras. A simple vista, la escena parece cotidiana, como tantas que se repiten en otros puntos del país. En este caso, hay algo diferente, ya que los tres hombres visten petos amarillos y se hacen llamar Boluntak (voluntades, en euskera). No están ahí por curiosidad, sino para “vigilar que se haga el mínimo daño posible” en el avance de uno de los proyectos energéticos más ambiciosos de España y Francia: el inicio de la interconexión eléctrica entre Gatika y Cubnezais, en el país vecino. Será la primera conexión submarina de alta tensión entre ambos países.
Esta escena se repite todos los días durante el horario laboral de los obreros desde hace dos años, cuando los camiones empezaron a circular y las excavadoras, a operar en las seis hectáreas que ocupa la nueva subestación conversora. Los boluntak representan a la plataforma popular Interkonexio elektrikorik ez (No a la interconexión eléctrica), integrada por medio centenar de vecinos de este municipio y de otros próximos como Maruri-Jatabe o Lemoiz, todos en esta zona verde del norte de Bizkaia.
Su portavoz, Óscar Elordui, afirma que la conexión eléctrica actual es “más que suficiente” y cree que esta nueva infraestructura “será ineficiente”. El resto de de la plataforma asiente al escuchar esta reivindicación en el lugar donde atienden a EL PAÍS, un txoko municipal, muy próximo a las obras. “Este proyecto destruirá zonas rurales y de arbolado protegido; pondrá sus cables en el océano, afectando a la fauna marina; y alterará zonas urbanas y de senderismo”, añade.
400 kilómetros de línea eléctrica
La nueva gran línea eléctrica, formada por cuatro cables —dos por cada enlace—, se extenderá a lo largo de casi 400 kilómetros y tendrá capacidad para transportar hasta 2.000 megavatios (MW) de energía. Parte de la subestación conversora situada en Gatika, desde donde los cables avanzan soterrados durante 13 kilómetros hasta alcanzar la costa. Desde ahí, se sumergen en el golfo de Bizkaia y recorren hasta el cañón de Capbretón, en Francia (126 kilómetros).
Debido a la actividad geológica de esa zona, el trazado emerge temporalmente a tierra firme (27 kilómetros) para sortearla, antes de volver a sumergirse para concluir este tramo (150 kilómetros). Finalmente, ya cerca de Burdeos, los cables regresan al subsuelo hasta alcanzar la localidad sa de Cubnezais (78 kilómetros).
“Se eligió la subestación de Gatika porque no requería ninguna inversión añadida, ya que contaba con las infraestructuras en tierra necesarias, entre ellas, un mallado importante”, argumenta el delegado territorial de Red Eléctrica en la zona norte, Antonio González Urquijo. Este es un proyecto “complejo” que implica soterrar “el 100% del cableado en tierra” y desplegar el resto por el mar, con los consiguientes trámites istrativos. Hasta la fecha se han invertido 600 millones de euros del presupuesto global del proyecto que, si no vuelve a aumentar, será de 2.850 millones.
Cuando esté finalizado, “la capacidad de intercambio actual se duplicará y podremos abastecer el consumo de unos cinco millones de hogares”. Para González Urquijo, es una cantidad “significativa”, pero aún “lejos” del objetivo marcado por Bruselas. Europa establece que los países deben alcanzar una capacidad de interconexión del 15% de su potencia instalada para 2030. España tiene hoy menos del 3%. Según Red Eléctrica, cuando este proyecto entre en servicio, previsiblemente, en 2028, “alcanzaremos un 5%”. Por ello, ya estudia posibles conexiones alternativas desde Navarra y Aragón.
Las interconexiones, explica la compañía, permiten el intercambio de energía entre países y fortalecen el sistema al hacerlo más mallado, robusto y estable. Preguntado por si esta nueva infraestructura ayudaría a evitar nuevos apagones masivos, como el ocurrido el pasado 28 de abril en toda España, González Urquijo no responde: “No entramos en este tipo de valoraciones, ni damos opiniones o elucubraciones al respecto”.
La respuesta a esta cuestión llega a través del profesor e investigador del departamento de Ingeniería Energética de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU), Álvaro Campos Celador: “Las interconexiones no ayudan a evitar apagones. Es más, si no se actúa con rapidez, pueden propagar el problema más lejos”. Su apuesta pasa por un suministro a través de una red “más reticular y distribuida, en lugar de apostar por cables de gran capacidad”.
Campos Celador reconoce por teléfono que este modelo bajaría “el precio promedio de la electricidad de la Unión Europea, pero lo incrementaría para los estados que exportan esa misma energía, que son los mismos que ejecutan y sufragan vía factura la inversión necesaria, a pesar de recibir ingresos por vender energía”.

Modelo energético cuestionado
La visión de este profesor, compartida por la plataforma vecinal, cuestiona el actual modelo energético, más allá del proyecto de Gatika. “Me parece fundamental incorporar un análisis del coste-beneficio, algo que se está pasando por alto en el debate actual sobre la descarbonización. Solo así podremos tomar medidas con todas las garantías hacia una sociedad climáticamente neutra”, propone.
El portavoz de Red Eléctrica para Euskadi, Navarra y Cantabria argumenta que “esperan reducir las emisiones de CO₂ en aproximadamente 1.225 kilotoneladas al año con esta infraestructura, además de permitir una integración adicional de renovables con 7.400 gigavatios/hora anuales”. González Urquijo pone sobre la mesa también el “impacto positivo” de la obra sobre “el territorio, la industria y la competitividad, tanto en la fase de ejecución, como en la de operación”.
La plataforma pidió a comienzos del curso una reunión con el director del proyecto, pero todavía no ha recibido respuesta. “La gente lo está pasando mal. Hay tensión, ansiedad y depresiones por la falta de información”, advierte Elordui. La inquietud es mayor entre los 13 propietarios que se niegan a firmar los acuerdos para que los cables pasen por sus terrenos. “No dan opción: firmas lo que te proponen o te lo quitan. De hecho, en estos terrenos ya han entrado”, cuenta el portavoz vecinal. La empresa eléctrica cifra en un 73% los “acuerdos amistosos con los particulares, una cifra bastante elevada”. “¿Eso es un acuerdo amistoso?”, se pregunta la plataforma.
El delegado de Red Eléctrica, en el cargo desde 2008, informa de que los terrenos por los que discurren los cables podrán seguir usándose “como hasta ahora”. La “única limitación” es que “no se podrá plantar arbolado que pueda dañar la instalación, ni construir una vivienda sobre la vertical de la zanja”.
La plataforma se muestra preocupada por los efectos que puede tener la cercanía al cableado en la salud: “Es cierto que existe una larga controversia sobre las ondas electromagnéticas, pero hay estudios que demuestran una relación entre la exposición y el desarrollo del cáncer. Tenemos que nos pase como a los afectados por el lindano o el amianto”.
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