El papel quema
Con Google se acabó la sección de documentación de las redacciones tal y como la habíamos conocido, la de las carpetas amarillas y montañas de papel


Los diarios menguan de lunes a viernes y engordan los fines de semana, sobre todo con los muchos suplementos, mientras se mantiene abierto el debate sobre la desaparición del papel sin que se sepa todavía cuando será, ni qué año, tampoco qué día y mucho menos a qué hora, como sostienen irónicamente algunos de los fieles lectores y suscriptores que últimamente son invitados a las redacciones de los periódicos. Las visitas obligan a los periodistas a ordenar las mesas, especialmente cuando los curiosos son los escolares, que te preguntan sobre todo si conoces a Lamine Yamal y a Alexia o Aitana.
Hace unos días tuvimos que hacer sitio para el tránsito de unos adolescentes interesados por las aventuras de los jóvenes futbolistas del Barça. El radio de acción de la tercera planta se ha reducido tanto que ya no ite por decoro el amontonamiento de una colección de carpetas recién llegadas del trastero en unas cajas embaladas por Mudanzas el Pato. Las autoridades informaron que el riesgo de incendio obligaba a desprenderse de tanto cartón e invitaron a la tropa a revisar si había guardado algún texto o fotografías de interés para ser rescatados antes de arder en una pira.
A ningún seguidor del periódico le sorprenderá que fuera Jacinto Antón el que más documentos e instantáneas recuperó de un material en que destacaba sobre todo el temario dedicado a economía y al Barça. No me dio tiempo ni tuve tampoco paciencia para mirar las muchas carpetas amarillas que informaban temporada por temporada de la trayectoria del FC Barcelona. El recorrido me permitió en cualquier caso reparar en detalles hoy asombrosos como el de haber juntado en 1991 a Núñez, Cruyff y Alexanco en una portada del EPS. La fotografía es por supuesto de Agustí Carbonell y el reportaje del capitán Emilio Pérez de Rozas.
Me dediqué a leer textos de compañeros que ya no están en el diario - especialmente Graham Turner- y también de alguno que desgraciadamente murió -José María Sirvent-. Ha sido un ejercicio de nostalgia que me ha llevado a recordar que la documentación fue una asignatura en la facultad y una de las secciones más emblemáticas de los diarios, también en El País. La suerte del redactor dependía siempre del contenido de aquellas carpetas reunido por compañeros como Gemma Arruga, Maita Corbera, Lluís Bosch, María Vega, Félix García y algún otro, además de los muchos ratos empleados por Dolors Gutiérrez o Coleto.
No me olvido de José Ángel Montanés, un historiador reconocido y premiado, seguidor de temas de Arte y Patrimonio –publicó El Libro secreto de los Dalí y son referenciales sus textos sobre la herencia de Muñoz Ramonet-. Inició su trayectoria en el diario como recepcionista después de cumplimentar el mejor examen, formó parte de la sección de cultura, colaboró en la de opinión, fue documentalista entre 1990 y 2007 y siempre era requerido en las jornadas de máxima exigencia como las electorales porque no había encargo que se le resistiera por ser tan ordenado, riguroso y fiable, trabajador por excelencia de El País.
Montañés firmó por supuesto la noticia del acuerdo por el que el diario cedía en comodato al Arxiu Nacional de Catalunya su fondo documental, que consistía en una colección encuadernada de El País hasta 2012 -la edición catalana nació en 1982 – y “887 cajas con cerca de 30.000 dosieres biográficos que ocupaban 85 metros lineales”, según la nota del 21 de febrero de 2014. Las carpetas no alfabetizadas se quedaron fuera y las que se salvaron fue por la mediación del propio Montañés, que en su tarea de conservar y ordenar el material alistó a varios compañeros, algunos tan reconocidos como Àngels Piñol y la jefa Ana Pantaleoni.
Aquella reliquia de 12 cajas que ha sobrevivido a las mudanzas de la Zona Franca a Consell de Cent en 2002 y a Caspe en 2013 es la que ahora quedó en manos de los redactores que estamos, después de perder espacio, memoria y gente que no paraba de acudir al archivo como el añorado Pere Ríos, que pidió permiso para llevarse a casa la carpeta de Banca Catalana para escribir un libro que tuvo mucho impacto en 2015. Así lo recuerda Montanés, que desde hace un tiempo trabaja a su ritmo –“como quiero y cuando me apetece”- y no al que le marcaban los demás, que éramos la mayoría en las distintas sedes de El País.
“Absorbíamos mucha información” cuenta Montañés. “Leíamos los periódicos, recortábamos los textos, los colocábamos hasta sentir que de alguna manera ordenábamos el mundo. Allí estaba todo y, además, todo era verdad”, añade emocionado, muy identificado con la que fue su tarea durante 20 años –“me dediqué en cuerpo y alma y renuncié a muchas cosas”-, nada que ver con aquellos periodistas que de vez en cuando algún jefe mandaba a documentación como castigo. “Todavía recuerdo el día que llegó Ariadna Trillas de un viaje a Nueva York y nos dijo: “He visto una herramienta que va a cambiar el mundo; se llama Google”.
Y con Google se acabó la sección de documentación tal y como la habíamos conocido, la de las carpetas amarillas y montañas de papel. Aquel trabajo ingente y anónimo de muchos compañeros al servicio de los columnistas no ha sido sustituido precisamente por los buscadores de internet y mucho menos por las redes sociales, como remata Montañés mientras la jefa Pantaleoni continúa con la tarea de “salvar las carpetas que nos interesan y, por supuesto, las fotos”. A diferencia de los textos, las fotos no están Google”.
La limpieza en el diario me ha ido bien para recuperar algunos artículos que ahora me dispongo a guardar en casa para que con el paso del tiempo se pierdan, o no sepa cómo encontrarlos cuando los necesite, porque nunca tuve vocación de documentalista, acostumbrado siempre a ser servido por personajes enciclopédicos como José Ángel Montañés. Acumulo papel sin parar; no sea que mañana ya no quede ni una hoja por recortar y no sepa cómo empezar un texto.
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