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Para revivir la música local en Malasaña solo hacen falta amigos y un balcón

Un grupo de colegas busca revitalizar la escena de música local madrileña y fortalecer vínculos vecinales a través de pequeños conciertos en la calle del Pez

El grupo de amigos que creó El Balcón de la Calle Pez, en el barrio Malasaña de Madrid, el domingo 13 de abril de 2025.
Andrés Ortiz

Sentada en la cocina de la que antes era la casa de su tía abuela, Marina Margallo, música y publicista de 27 años, mira la hora y se acomoda las gafas de sol que lleva sobre su cabeza. Reflexiona: “Son muy especiales los balcones”. “Son un lugar donde pasas un tiempo muy concreto de tu vida, un lugar que no está ni adentro ni afuera, que está en una especie de limbo entre el exterior y el interior y donde todo se romantiza”, agrega. Todo se carga de solemnidad: leer un libro mientras pega el sol, compartir un cigarrillo con un enamorado, tocar la guitarra ante las miradas confundidas de la gente.

Mientras tanto, seis de sus amigos terminan de transformar el salón del apartamento, ubicado en el madrileñísimo barrio de Malasaña, en un estudio de grabación.

— ¿Estamos?—, pregunta una voz en un teléfono posado sobre una pequeña mesa.

Luces, trípodes, micrófonos y una consola de sonido que lleva conectados varios cables contrastan con un par de sillones de tapiz floreado, una lámpara de araña de cristal que cuelga del techo y una colección de vajillas blancas exhibidas en una estantería de madera con puertas de vidrio.

— Estamos—, responde otro al teléfono.

El equipo de El Balcón de Calle Pez prepara el escenario del concierto, en Madrid, el domingo 13 de abril.

Con una guitarra al hombro, Leo Rizzi, un músico emergente de Madrid que lanzó su primer disco, Pájaro Azul, el año pasado, da un par de pasos suaves y se posa frente al micrófono en el estrecho balcón del piso, que da hacia la calle del Pez.

Ruedan las cámaras y comienza así la sexta sesión en vivo de El Balcón de la Calle Pez, un proyecto artístico fraguado por siete amigos que busca promover músicos locales madrileños a través de pequeños conciertos escenificados en el balcón de la casa de Marina, una de las creadoras de la iniciativa. Una vez al mes, ella, Dani, Adri, Nacho, Edu, Eva y Manu se reúnen para grabar sesiones de unos 20 minutos que después suben a las redes sociales junto con una entrevista al artista invitado.

Leo Rizzi da un concierto desde El Balcón de Calle Pez, en el barrio de Malasaña, en Madrid, el domingo 13 de abril.

Música, amigos y ganas de crear

Fue en uno de esos episodios de romantización de la vida balconera que surgió El Balcón de la Calle Pez. La idea comenzó a gestarse una tarde de domingo del año pasado, cuando Marina y una de sus amigas con las que habitualmente comparte escenario decidieron tocar y cantar desde el balcón para la gente que paseaba. Las detuvo un vecino a las seis de la tarde, pero a Marina le acabó gustando. Junto con Daniel Soufi, periodista de 27 años, crearon primero un pódcast de entrevistas con músicos locales que después derivó en las sesiones en vivo actuales. La primera salió en enero de este año.

Daniel enfatiza en que todo “nació de un grupo de amigos y las ganas de pasar tiempo juntos”. Cineastas, publicistas, periodistas y un economista, los siete “curran” de lunes a viernes, pero le sacan siempre tiempo al proyecto. “Esto no lo haces si no es porque te lo pasas muy bien”, asegura y agrega: “Eso es muy importante, las ganas de pasar tiempo juntos y crear entre amigos”.

Algo cansado de las jerarquías profesionales tradicionales, el grupo trabaja de forma “más amable, más horizontal, más empática, sin separar lo personal de lo profesional”, dice Marina. No hace falta asignar puestos concretos, pues cada uno sabe dónde puede contribuir y si alguien se abruma por la carga, se detiene y se deja para el día siguiente. “Esto mola más por eso”, agrega Marina, que define la experiencia como “una utopía”. “Ojalá currar así toda la vida”.

Nacho, uno de los responsables de El Balcón de la Calle Pez, ajusta una luz antes del rodaje, en Madrid, el domingo 13 de abril de 2025.

La fórmula les ha dado resultado. Por El Balcón han pasado artistas locales como Teo Blanell y Roy Borland, Nu?, Rusowsky, Jimena Amarillo y ahora, para esta sexta edición, que está previsto salga en junio, Leo Rizzi. A diario reciben propuestas de músicos que quieren participar y en poco menos de cinco meses acumulan ya más de 9.200 seguidores en Instagram. Solo en un día, su último vídeo en YouTube recibió 1.080 vistas. Que sea un proyecto entre colegas no le resta seriedad ni profesionalismo. “Lo tomamos como un asunto colectivo y de amigos, pero ambicioso. Siempre hay un afán de que el entregable sea muy bueno”, asegura Adrián Pascual, de 27 años.

Dos cámaras graban a Leo desde el edificio de enfrente, mientras Miguel Martínez, ingeniero de sonido de 25 años y el único “nuevo” en el grupo, mira con atención la pantalla de su portátil para asegurarse de que todo se esté registrando correctamente. De vez en cuando se cuelan los sonidos de la calle, gritos o cláxones, sin que Miguel se moleste, pues dice que añaden “realidad” a la grabación.

En las aceras ya se para la gente, que escucha la música y se gira hacia todos lados buscándola. Exclaman “¡ah mira!”, “qué guay” y el ahora tan común en Malasaña “That’s so cool!”, cuando se percatan del muchacho pelilargo y ojiclaro que da una serenata inversa desde el balcón.

Un balcón para devolver lo local al barrio

Ignacio Pérez, de 63 años, vive desde 1989 en el barrio de Malasaña y desde 1993 en su apartamento actual, justo enfrente de la casa de Marina. Recuerda el día en que sonó el timbre y escuchó su voz, que le preguntaba si él era el dueño del piso que en el balcón tiene una kufiya palestina (el pañuelo tradicional que se ha convertido en símbolo de la causa del pueblo palestino). Marina le contó el proyecto y le preguntó si podría usar su balcón para grabar.

Seis sesiones después, Ignacio, cerveza en mano, cuenta desde la casa de Marina: “El resultado ha sido maravilloso”.

Ignacio Pérez, de espaldas a su casa, desde donde se graban las sesiones de El Balcón de la Calle Pez.

Él ha sido testigo de la gentrificación que ha sufrido Malasaña en los últimos años. Tabernas y cafeterías tradicionales que son sustituidos por cafés y estudios de yoga, sumado al incremento de los alquileres que expulsa a los habitantes históricos del barrio: en abril de 2015, el precio promedio por metro cuadrado para alquiler en el distrito Centro (del que forma parte Malasaña) era de 13,9 euros, según datos de Idealista. Hoy un metro cuadrado en ese mismo distrito cuesta de media 25,7 euros. “El barrio se ha gentrificado y despersonalizado”, critica Ignacio, pero añade que ve una luz en El Balcón de la Calle Pez: “Es un proyecto de vecinos, con el que se puede integrar y fortalecer la comunidad”.

En cualquier caso, el Balcón es ante todo una iniciativa artística. Sí pretende revitalizar la identidad tradicional del barrio y abogar para que se preserve lo autóctono, pero desde una militancia más cultural: es un esfuerzo por “traer lo local, en nuestro caso los artistas, a un lugar que está cada vez más deslocalizado, que está lleno de guiris”, asegura Marina, que deja entrever algo de molestia. Agrega: “Traer una cosa bonita de vuelta al barrio, que se sienta lo que era Malasaña en su momento, un epicentro de la música y la cultura”.

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