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Crianza
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

“Así no se juega”, “¡te lo dije!” y otras frases que la crianza respetuosa rechaza

Son muchas las expresiones que escuchabas de niño y que sueltas de adulto a tus hijos sin pensar en su contenido y en las consecuencias emocionales que puedan tener para ellos

 “¡Te lo dije!”. Muchas veces se te escapará esta constatación de que tú tenías razón al avisar a tu hijo y que él estaría mejor si te hiciera caso a la primera.
Martín Piñol

Cuando te toca ejercer la crianza es normal que repliques los modelos con los que has crecido y sueltes de manera automática frases como las que escuchaste en tu infancia. Muchas veces ni te paras a pensar en el contenido de estas respuestas emocionales que te salen solas. El pasado mes de abril, exploramos en un primer artículo el lado oscuro de 15 de estas frases, pero quedaban muchas más en el tintero. Debido a la respuesta masiva de medio planeta pidiendo más y, sobre todo, a que aquí no se tira nada, ofrezco una segunda recopilación de 15 nuevas frases muy usadas por padres y madres al límite de perder la paciencia, y los motivos o consejos de expertos en crianza para no decirlas.

Por vuestros comentarios, veo que no soy el único que las ha dicho más de una vez, así que vamos a deconstruirnos o flagelarnos un poco más con esta nueva entrega.

1. “¡Eres igualito a tu padre/madre!”. Aquí cabreas a dos pájaros de un tiro (adulto y criatura) y, de paso, machacas su individualidad, cuando le dices que en el fondo no es más que una copia con los defectos del adulto. Mejor céntrate en criticar o corregir las acciones de tu criatura.

2. “A ti te da igual todo”. No se pueden generalizar las emociones y los comportamientos. Mejor concretar el cambio de actitud o de acción que queremos que hagan, como “por favor, recoge tu ropa del pasillo para que nadie tropiece” o “deberías estudiar para el examen de mañana y así estarás orgulloso de tus resultados”.

3. “Así no se hace, déjame a mí”. Por supuesto que a ti te sale más rápido, porque tienes décadas de experiencia más que tu hijo. Si los nervios te lo permiten, déjale tiempo para que se equivoque, se frustre, persevere y descubra por sí solo la combinación correcta. Porque arreglar rápido un problema te da autoestima a ti, pero se la quita a él, y lo hace más dependiente y menos seguro.

4. “Así no se juega”. Que los niños pequeños hacen trampas es un clásico. Y, además, se enfadan cuando se lo dices. La cuestión es recordarle las reglas del juego de manera objetiva, sin perder la paciencia. O, directamente, recordar que se trata de un juego, y dejar que su creatividad fluya libre.

5. “Deberías darme las gracias”. A todo el mundo le entra frustración cuando después de organizar y pagar algo los peques lo dan por descontado y no valoran el esfuerzo. Pero en vez de exigir el agradecimiento, es mejor que les salga de manera espontánea, quizá preguntándoles: “¿Os ha gustado esto que he preparado?”.

6. “¡Para de gritar!” Lo normal es decírselo gritando y consumir energía añadiendo una dosis extra de enfado. Intenta decirle “tienes mi atención, y lo que necesites decirme me lo puedes decir con tu voz normal”.

7. “Eso no es para niños”. Con esta frase matas la curiosidad y la autonomía, así que es mejor concretar tu respuesta en “podrás usar esto cuando tengas X años y no sea peligroso o complicado”.

Por supuesto que los niños montan dramas por cosas absurdas, pero no puedes burlarte de esa intensidad explosiva.

8. “No seas dramático”. Por supuesto que los pequeños y los adolescentes montan dramas por cosas absurdas, como por ejemplo que les abras tú el yogur. Pero no puedes burlarte de esa intensidad explosiva. Mejor validar sus emociones y reconducirlo con un “veo que este tema es importante para ti, ¿qué se te ocurre para arreglarlo?”.

9. “¡Pórtate bien!”. Es la típica despedida cuando dejamos al crío en casa de otros. A veces lo hacemos para que no la líe parda y otras veces para que no manche el honor familia y nos deje en ridículo después de “lo bien que le hemos educado”. Mejor concreta tu intención en “respeta la casa de X y hazle caso”.

10. “Si sacas malas notas, no hay…”. El talento y el esfuerzo no siempre pueden concretarse en un número o en una palabra. Es deseable que se esfuercen y saquen buenas notas, pero recordémosles que es porque les conviene a ellos y a su futuro, no porque haya un castigo o una recompensa esperando.

11. “¡Te lo dije!”. Muchas veces se te escapará esta constatación de que tú tenías razón al avisar a tu hijo y que él estaría mejor si te hiciera caso a la primera. Pero como los críos necesitan aprender a través de su propia experiencia, en vez de reprocharle su error y humillarlo más, la frase que funciona y consuela es: “¿Estás bien?”.

12. “Te voy a dar una razón para que llores”. Con amenazas puedes resolver un momento puntual pero a costa de traumatizar y generar miedo. Por harto que estés, gestiónalo desde la empatía, reconociendo que es un momento duro para tu hijo y que tú estás allí para ayudarle.

13. “Tienes que compartir”. Casi todos hemos caído en este quedabien social de obligar a nuestros hijos a ser generosos, a veces incluso con desconocidos en el parque. Tú no compartirías tu móvil, tu coche o tu ordenador con alguien, así que no le fuerces a hacerlo con lo que para él es un tesoro. En vez de que se quede sin lo suyo y vea cómo el otro juega, la idea fructífera sería incluir en el juego al otro niño, pero siendo el tuyo quien controla el objeto.

14. “Vas a ver cuando lleguemos a casa”. Si a ti mismo te da miedo convertirte en un ogro en público y que los demás se asusten de tu reacción, el terror en diferido que le estás transmitiendo a tu hijo tampoco va a ser muy productivo.

15. “¡Ya eres mayor para eso!”. Los padres nos quejamos de que la crianza va muy rápido y de que se queman etapas a gran velocidad, pero al mismo tiempo les exigimos a los niños que sean adultos antes de tiempo. Si quieren jugar algo de pequeños, que disfruten.

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Sobre la firma

Martín Piñol
Escritor, humorista, guionista de televisión y profesor de escritura y comedia. Autor de 35 libros, varios de ellos premiados y traducidos, escribe como colaborador en la sección Mamás&Papás de EL PAÍS desde 2016. En lo relativo a la crianza, no es ni pediatra ni psicólogo ni experto en nada, pero tiene dos hijos y se fija mucho.
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