La inocencia perdida del emoji
Donde los mayores solo vemos caritas sonrientes, otras generaciones han encontrado un arsenal narrativo con suficientes matices como para sacar a la luz, entre pares, los fantasmas más escondidos de la adolescencia


En lo que va de mes he mantenido conversaciones similares con cuatro amigos y conocidos que son padres de hijos en plena adolescencia o a punto de llegar a ella. Todos presentan el mismo cuadro clínico: una impotencia persistente. Temen que los mecanismos que han puesto en marcha para proteger a sus hijos de los estragos de las redes sociales, ya sea limitarles el tiempo de uso del móvil, instalarles un sistema de control parental o hablar con ellos sobre su vida digital, no sean suficientes para evitar que, antes o después, se produzca el encontronazo de sus vástagos con realidades para las que no están preparados. Bautizos de la vida tan indeseables como las escenas de sexo ultraviolento y descarnado que corren por los grupos escolares de WhatsApp o los casos de acoso a un compañero de clase que se retroalimentan en Instagram o TikTok con códigos de lenguaje que escapan a la comprensión de los adultos.
La aclamada serie Adolescencia (Netflix), que recrea un episodio de violencia misógina perpetrado por un adolescente, ha resultado de gran ayuda para arrojar luz sobre el significado oculto e indescifrable que contienen muchos de los emojis usados en las redes sociales. Donde los mayores solo vemos caritas sonrientes o expresiones de asombro, otras generaciones han encontrado un arsenal narrativo con suficientes matices como para sacar a la luz, entre pares, los fantasmas más escondidos de la adolescencia, como la necesidad de ser amado, la presión por triunfar en el sexo, la desubicación vital, los problemas con la comida, el coqueteo con las drogas, la depresión o la violencia. Varias organizaciones ya están trabajando en “traductores” de emojis que puedan orientar a formadores y padres.
El uso de los emojis en las redes sociales con mensajes ocultos no es exclusivo de los adolescentes. Como explicaba el periodista Andrés Rodríguez en este periódico hace un mes, varios cárteles mexicanos de la droga recurren a ellos para atraer y reclutar a jóvenes en TikTok. Otro episodio más extendido y cercano fue denunciado el pasado mes de marzo por la policía sa. La imagen de la porción de pizza en las biografías de perfil sirve actualmente en TikTok para identificar y poner en o a pedófilos con redes de venta de pornografía infantil. Las siglas del emoji “Cheese Pizza”, , han recobrado, en este contexto, otro significado: “Child Porn” (pornografía infantil). Basta con realizar una búsqueda de este emoji junto a esta abreviatura o bien asociado a otros símbolos como el balón de fútbol, el biberón o la piruleta para intuir la operativa. Los resultados arrojan una batería de contenido con jóvenes menores de edad fotografiadas en posturas y bailes sugerentes. Los perfiles incluyen enlaces a canales de Telegram donde se realiza la venta del material visual con niños o bebés.
Medios ses como la cadena privada de televisión TF1 realizaron, al hacerse pública la denuncia de la policía, su propia investigación de campo en TikTok a partir de una serie de búsquedas con el emoji de la pizza. Constataron la magnitud de la oferta de material pedófilo y lo extremadamente fácil que resultaba acceder a ella. Entraron en algunos canales de Telegram donde se les ofrecía secuencias gratuitas y ofertas como un paquete de 100 vídeos por 30 dólares, cuyo importe subía a 50 dólares si incluían escena de violación con niños. Los periodistas también aron con los responsables de TikTok. Estos manifestaron su “tolerancia cero” hacia dichas prácticas y prometieron combatirlas con todos los medios a su alcance. Sin embargo, existe en TikTok y en otras redes algo más poderoso que la determinación de sus responsables: la vida propia del algoritmo y su capacidad para volver a viralizar los mismos contenidos a partir del uso de otros emojis. Es lo que está sucediendo.
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