Un Don Juan fantasmal como síntoma de la desmemoria machista
El problema en el argumento son los hombres, dos personajes masculinos indeterminados que agobian los dos tiempos de la mujer; en la primera mitad, caracterizadamente machista; y en la segunda, micromachista, como proclama uno de ellos

El estreno de una nueva ópera española es siempre motivo de atención. En este caso, se trata de un estreno en Madrid, ya que Don Juan no existe vio la luz en Perelada el pasado año. Helena Cánovas acumula méritos suficientes para tomarse la cosa en serio, además de que esta ópera ha sido fruto del Premio Carmen Mateu Young Artist European Award, recibido por la compositora barcelonesa para la creación de esta ópera.
Helena Cánovas se ha enamorado hasta la obsesión de un personaje, Carmen Díaz de Mendoza, Condesa de San Luis, y, sobre todo, de su misterio, su olvido y la ausencia absoluta de trazas de una pieza teatral de resonancias operísticas que, tras su estreno, quedó enterrada en el olvido. Y eso es lo que se ha convertido en la sustancia de esta propuesta que firma, junto a la compositora ya citada, el dramaturgo Alberto Iglesias para el libreto (no confundir con el célebre músico cinematográfico de igual nombre).

Cánovas e Iglesias han creado un cuadro en dos actos, el primero se sitúa en los años veinte del pasado siglo, con la Condesa de San Luis y sus dificultades creativas para sacar adelante un alegato antimachista encarnado en la figura de Don Juan, una historia inevitablemente reconstruida o mejor, inventada. El segundo acto es el tiempo presente en el que una creadora actual intenta elucidar qué pasó en aquella presentación de un Don Juan que no existe, un Don Juan que, a tenor de las citas musicales que se escuchan es Don Giovanni, de Mozart.
La idea es enormemente sugestiva. Tanto en su primera mitad, con la Condesa de San Luis como protagonista, como en la segunda, con una creadora actual que vive la reconstrucción de aquel momento con una intensa fijación. En ambos momentos, el problema son los hombres, dos personajes masculinos indeterminados que agobian los dos tiempos de la mujer; en la primera mitad, caracterizadamente machista; y en la segunda, micromachista, como proclama uno de ellos. En ambos casos, los hombres son el problema, el ruido y la afirmación de un principio de realidad que siempre se vuelca en la supremacía masculina.

Es muy interesante esa indagación en la problematicidad de una creación artística para la mujer. En el tramo de la Condesa de San Luis esa problematicidad parece casi consustancial en los años veinte del pasado siglo; pero, los autores de esta creación no quieren dejar de lado esas dificultades creativas que se agigantan para una mujer también en nuestro tiempo.
Sin duda, el clímax llega hacia el final de la pieza, cuando la mujer actual desgrana toda una lista de mujeres notables de aquellos años dorados, Zenobia Camprubí, María Lejárraga, Concha Méndez, Teresa León, María Maeztu, María Rodrigo y bastantes más. Fueron, junto a la Condesa de San Luis, fundadoras del legendario Lyceum Club Femenino, una modélica institución que fue desmantelada tras la Guerra de España para proporcionar la base material de la Sección Femenina falangista. Es quizá el momento más emotivo la lectura de esa lista de mujeres imprescindibles, como si los autores dijeran que la desaparecida Carmen Díaz de Mendoza, Condesa de San Luis, podría ser reconstruida desde su radical olvido por el cuerpo de toda esa generación dorada que el franquismo fulminó.
Helena Cánovas es una joven, aunque ya madura compositora. La música que plantea muestra una excelente factura, escrita para siete instrumentos, cuarteto de cuerda, saxofón y dos percusionistas, titulares de la Orquesta del Teatro Real y dirigidos de manera irable por Jhoanna Sierralta, una directora salida del Sistema de Orquestas de Venezuela y que muestra un futuro muy notable. En el apartado de la vocalidad, Cánovas se mueve en múltiples direcciones, desde el recitativo clásico, mozartiano en la primera parte, hasta un despliegue de recursos que van de lo hablado a un interesante virtuosismo vocal, a ello se le añade una eficaz electrónica que despliega la voz en ecos, resonancias y melismas. Destaca la soprano Montserrat Seró en un primer reparto.

La puesta en escena corre a cargo de Bárbara Lluch, un nombre que comienza a ser bien conocido por interesantes presencias en producciones líricas. Con ella se cubre un cupo femenino completo en esta producción feminista, compositora, directora de orquesta y directora de escena. El trabajo de Lluch es sobrio y eficaz, aunque peca quizás de una austeridad de recursos que hacen esta producción más abstracta de lo que es.
En conjunto, este Don Juan no existe constituye una irable indagación sobre esos fantasmas femeninos que tienen mucho de un exceso de presión machista y que han emborronado nuestra historia cultural, Y, como sugieren Cánovas e Iglesias, aún continúan haciéndolo de maneras bastante más sutiles, pero no por ello menos dañinas.
Ficha técnica
Don Juan no existe. Música, Helena Cánovas. Libreto, Alberto Iglesias. Dirección musical, Jhoanna Sierralta. Dirección de escena, Bárbara Lluch. Escenografía, Blanca Añón. Iluminación, Urs Schönebaum. Vestuario, Clara Peluffo. Diseño de sonido, Sixto Cámara. Reparto: Montserrat Seró / Rocío Faus; Josép-Ramon Olivé; Pablo García-López. Solistas de la Orquesta Titular del Teatro Real. Coproducción del Festival Perelada, Gran Teatre del Liceu y Teatro Maestranza de Sevilla, con la participación del Teatro Real y los Teatros del Canal. Fechas: del 6 al 11 de mayo. Teatros del Canal, Sala Negra.
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