Orgullosamente ecologista y radical, ‘president’ Mazón
¿Tuvo algo que ver el ecologismo radical con la dana? Desde luego

Quizás se crea muy ocurrente el president de la Generalitat al acusar al “ecologismo radical” de ser una de las principales causas de la catástrofe provocada por la dana. Sin embargo, se trata de un argumento mentiroso y malintencionado, que lleva lustros siendo manoseado por esa ultraderecha de la que ahora también forma parte Carlos Mazón.
¿Tuvo algo que ver el ecologismo radical con la dana? Desde luego. En primer lugar, gracias al movimiento ecologista se han preservado gran parte de las zonas húmedas que quedan en el territorio valenciano. El trabajo incansable de miles de personas frente a la destrucción del patrimonio de todos, aun a costa de su propia integridad o de posibles consecuencias penales, es lo que nos ha legado muchas de las joyas naturales que hoy disfrutamos como lo que son: un bien común y compartido de valor incalculable. Los marjales, históricamente amenazados por la desecación, el cultivo y la construcción, son fieles aliados frente a fenómenos meteorológicos extremos, como la dana. Son esponjas, superficies de laminación y ralentización del flujo de agua. Nos hacen ganar tiempo y permiten salvar vidas. Y todo ello sin dejar de ser lugares de una innegable belleza estética y cultural, poseedores de una burbujeante biodiversidad.
El ecologismo viene también alertando desde hace décadas de los impactos asociados al calentamiento global. Temperaturas más altas que ponen en jaque nuestra salud y la de los ecosistemas; un Mediterráneo cada vez más caliente, rebosante de energía a punto de estallar; un nivel del mar que escala por la costa cada vez más rápido; unos bosques sometidos a un estrés hídrico sin precedentes. Nuestro pequeño país es particularmente vulnerable a estos procesos y, por ello, necesitamos ser conscientes de la gravedad de la situación y actuar cuanto antes. ¡Qué radicalidad, querer minimizar los desastres y el sufrimiento de las personas!
Si algo fastidia a Mazón y su Consell al respecto de la ley de l’Horta, a la que le han declarado la guerra parlamentaria, es que representó sin duda un gran avance para el campo valenciano y para todos los que vivimos en sus inmediaciones. Fue una ley consensuada y participada, en la que además se realizó un extenso trabajo de comunicación y divulgación: no es fruto en absoluto de un arrebato del supuesto fanatismo ecologista. Este gobierno autonómico, como otros antes, ve únicamente un solar allí donde crece la comida y la ciudad respira. Fruto de esta visión mercantilista y utilitarista del territorio, se empeña en retorcer, modificar o directamente eliminar la normativa que se interponga entre el cemento (y por lo tanto el dinero) y el suelo, aumentando nuestra vulnerabilidad ante fenómenos extremos.
Nos gobierna quien piensa que la mejor defensa es un buen ataque, y que a la naturaleza hay que amordazarla para que no pueda ni rechistar. Plantean hormigonar ríos -práctica que llevamos años sabiendo que no funciona y sólo consigue empeorar la situación-, o defender la costa a base de destruirla, en un eco de aquellos que quieren acabar con los incendios a base de talar los árboles y dejar un yermo incombustible. Su visión de nuestro territorio, cuyas enseñanzas de los últimos siglos demuestran desconocer en grado extremo, es tan retrógrada y peligrosa como su visión de la sociedad.
El ecologismo, si lo es de verdad, es radical. Deberíamos agradecérselo, porque nos ayuda a avanzar y a mejorar como sociedad. El ecologismo busca por encima de todo el bien común y garantizar un futuro compartido en un planeta habitable, la columna vertebral de lo que debería significar ser humano y comportarse como tal. Carlos Mazón, que se hace el duro con los débiles y esparce odio con tal de asegurar su supervivencia política, jamás lo entenderá.
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