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Ambición colosal, programa modesto: la paradoja del futuro canciller de Alemania

El líder democristiano, Friedrich Merz, asumirá en mayo el poder sin propuestas rupturistas, pero con una capacidad de inversión que pocos antecesores suyos han tenido

Friedrich Merz
Marc Bassets

La ambición del democristiano Friedrich Merz, próximo canciller alemán, es colosal: gobernar Alemania en uno de los momentos de mayores turbulencias desde la caída del bloque soviético en 1990. Pero el programa de gobierno de Merz y sus futuros socios socialdemócratas parece diseñado para tiempos normales.

No hay giros rotundos ni medidas revolucionarias en Responsabilidad para Alemania, el contrato de coalición de 144 páginas presentado este miércoles, el texto que debe permitir la investidura de Merz a principios de mayo. Se trata de un plan más continuista que rupturista con las coaliciones anteriores.

“Es un compromiso típico en una coalición, y aún más en una coalición entre negros y rojos”, comenta el político Uwe Jun, de la Universidad de Tréveris, aludiendo a los colores que identifican a la CDU/CSU de Merz —la Unión, como se la conoce en Alemania— y al Partido Socialdemócrata (SPD). Según Jun, el futuro canciller “actúa como la Unión en el pasado, también en los tiempos de [la canciller Angela] Merkel: con voluntad y capacidad de compromiso”.

No es extraño que un contrato de coalición frustre a quienes busquen titulares espectaculares: es, como el nombre indica, un contrato, con su letra pequeña y sus párrafos negociados hasta la mínima coma. Ni que frustre a una parte de las bases de la CDU/CSU que en las elecciones del 23 de febrero votaron a Merz con la esperanza de un cambio radical después de más de tres años con el impopular socialdemócrata Olaf Scholz y su tripartito con Los Verdes y los liberales del FDP.

Tampoco sorprende que algunos expertos, tras una lectura atenta del programa de gobierno, constaten que “no es el gran golpe”. Eso escriben, en una nota de análisis, los economistas del Instituto de Colonia respecto a unas rebajas fiscales que, según observaba un diputado democristiano minutos después de presentarse el documento, son “light”, ligeras.

En las páginas dedicadas a la política exterior tampoco se desarrolla el giro que el propio Merz decretó tras su elección, al proclamar la “independencia” de Alemania y Europa respecto a EE UU, la potencia protectora desde el fin de la II Guerra Mundial. “El mensaje [en Alemania] no logra inspirar confianza ni reflejar la verdadera magnitud de los cambios que se avecinan”, escribe Jana Puglierin, directora en Berlín del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.

La realidad, según otros expertos, es que el verdadero cambio de rumbo no se ha anunciado en el contrato de coalición, porque ocurrió antes. Concretamente, hace tres semanas, cuando el Parlamento federal adoptó, con los votos de los democristianos, socialdemócratas y ecologistas, una reforma constitucional que permitirá al Gobierno de Merz endeudarse como ningún otro en décadas anteriores.

La reforma se adoptó en el Bundestag saliente, porque ahí la extrema derecha y la izquierda poscomunista carecían de la minoría de bloqueo de la que disponen en el nuevo hemiciclo gracias a sus buenos resultados electorales. El nuevo canciller y sus socios socialdemócratas quizá carezcan de las ambiciones reformistas de otros antecesores, pero dispondrán en cuanto asuman el poder de un arsenal financiero insólito. De un lado, un fondo especial de 500.000 millones de euros para infraestructuras y medio ambiente. Del otro, la supresión del límite a la deuda que fija la Constitución para invertir en las Fuerzas Armadas.

“De este modo se da la posibilidad de un giro verdadero, posibilidad que ahora puede usarse o no”, señala Max Krahé, cofundador del centro de reflexión Dezernat Zukunft. El politólogo Jun coincide: “La cuestión será en qué medida el Gobierno lo pondrá en marcha, y esto está por ver.”

Según Jun, la CDU/CSU se ha apuntado su principal victoria al endurecer, en el acuerdo, la política de inmigración, en consonancia con lo que está ocurriendo en otros países europeos y en Bruselas. La eliminación de la renta básica también es un punto para Merz, así como la supresión de la nacionalización exprés en tres años en vez de cinco.

Merz necesitaba estos éxitos para responder al malestar en las bases, que le acusaban de romper una promesa electoral al haber adoptado, tras las elecciones, el plan de endeudamiento, que llevaba el sello del SPD. Lamentaban que el líder decidido y audaz, incluso agresivo, que conocían se hubiese transformado en un hombre de consenso, que se hubiese merkelizado. Es decir, que actuase como la excanciller Angela Merkel, de quien hoy la CDU reniega.

Si habrá o no un giro en política migratoria está por ver, y el SPD ha impuesto en el documento que las llamadas devoluciones en caliente de demandantes de asilo recién llegados a las fronteras alemanas se acuerden con los países vecinos. Jun cree que los socialdemócratas, por su parte, han conseguido evitar rebajas de impuestos masivas, y han obtenido siete ministerios —entre ellos, dos clave: Finanzas y Defensa—, lo que es un logro (la CDU tiene siete también; su aliada bávara, la CSU, tres).

Merz, además de una economía estancada y una crisis industrial, afronta ahora lo que muchos en Alemania observan como la doble sanción impuesta por Donald Trump: la amenaza de retirar el paraguas militar contra un país sin un ejército robusto y los aranceles contra una potencia exportadora, y especialmente exportadora de automóviles.

Krahé subraya, entre otros problemas del programa, que “el modelo de crecimiento alemán sigue basándose en exportaciones, y es un modelo extremadamente arriesgado”. “Lo que falta en el contrato de coalición”, resalta, “es la formulación de un nuevo modelo de crecimiento.”

Pero este economista y politólogo añade que el contrato de coalición “puede estabilizar” la situación en Alemania, después de una legislatura marcada por las disputas internas en el Gobierno y la parálisis. Y hay potencial de crecimiento en algunas medidas, dice, combinadas con el plan de inversiones adoptado en febrero: “Quizá reduzca un poco las inquietudes existenciales”.

“Los partidos del centro se han puesto de acuerdo y lo han hecho rápido”, resume Krahé. “Al mismo tiempo, está claro que los problemas de fondo no se han resuelto, ni los motivos por los que muchas personas se sienten existencialmente inseguras”. El futuro del sector del automóvil es una incógnita, así como la política de seguridad y la guerra en Ucrania. Y, en algunos sondeos, la extrema derecha de Alternativa por Alemania ya iguala a los democristianos. “Yo hablaría de un respiro y un optimismo contenido, pero no de un nuevo resurgimiento”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en Berlín y antes lo fue en París y Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
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