España y el barón de Münchausen
Todas las crisis se abordan como crisis comunicativas; la realidad es secundaria


Todavía no conocemos la causa exacta del apagón que afectó a España y Portugal el lunes, pero el Gobierno ya ha encontrado un chivo expiatorio. La acusación a los “operadores privados” es un intento de desviar una responsabilidad que es suya en primer lugar.
Los expertos apuntan a varios factores y señalan un exceso de producción de renovables. Algunos advertían desde hacía tiempo de graves problemas del sistema; la matriz de Red Eléctrica alertó del riesgo de desconexiones por el aumento de las renovables. Hay dos cuestiones sorprendentes: que no hubiera algo absolutamente extraordinario el lunes (una ola de calor, una inundación), y la tardanza y opacidad en las explicaciones. Cuando apareció el presidente del Gobierno no dio información, pero alertó de los bulos y las teorías conspirativas. Al margen de que la gente especula cuando no sabe lo que pasa, solo pedía tiempo para desarrollar sus tergiversaciones: desde alentar la idea del ciberataque y atacar la energía nuclear (es pronto para decir qué ocurrió, pero no para eso) o las empresas hasta presentar Red Eléctrica Española como algo ajeno al Gobierno. A fin de cuentas, el Ejecutivo solo escoge a su presidente, el Estado no es más que el accionista mayoritario a través de la SEPI y solo fija la estrategia y vigila que se cumplan los objetivos (además de establecer las leyes y regulaciones bajo las que opera).
Todas las crisis se abordan como crisis comunicativas; la realidad es secundaria. Lo importante es colocar los marcos que permitirán echar la culpa a otros y ocultar errores producidos por dogmatismo ideológico, sesgo de optimismo, patrimonialización y pura incompetencia.
El complejo de fabricación de chatarra argumental se ha recuperado más deprisa que el sistema eléctrico. Comentaristas loan la fortaleza del sistema justo cuando se cae. En vergonzosos panegíricos se canta a la desconexión que permitía que nos mirásemos a la cara y se celebra que no hubiera saqueos: el tono recuerda a Historias de la radio, de José Luis Sáenz de Heredia. La cursilería triunfalista desdeña las pérdidas económicas y la angustia que han vivido millones de ciudadanos: desorientados e incapaces de comunicarse con sus seres queridos (y ha habido atrapados y fallecidos). Decíamos tener el mejor sistema bancario del mundo, el más irado sistema de salud y el sistema energético que envidiaba toda Europa: ya hemos visto lo que pasa después. Intentamos levantarnos en el aire tirándonos de la coleta como el barón de Münchausen, empeñados en ignorar nuestra ineficiencia y fragilidad.
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